La playa

Como meros espectadores transitando por la playa, muchas veces nos hallamos entre el mar y una costa
invadida por edificios.

Solo será el agua la que presente estructuras fragmentadas y asimétricas; en un inmenso abanico de formas, sombras y texturas que conforman el mar, de manera que, como escribe Fernand Braudel: “hay que tra-
tar de imaginarlo, de verlo con la mirada de un hombre de antaño: como un límite, como una barrera extendida hasta el horizonte, como una inmensidad obsesionante, omnipresente, maravillosa y enigmática”.

Varados se encuentran los edificios esperando a sus habitantes, y aguardando su turno de “primera línea de playa”. Edificios que inspiran y espiran luz, respirando lentamente. Al amanecer la inhalan y, al atardecer, la exhalan, iluminándose e iluminando el contorno, hasta que muy entrada la noche, pausadamente, retorna la oscuridad.